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¿Por qué es clave que los dos asistan por voluntad propia a la terapia de pareja?
Muchas parejas llegan a terapia en momentos de crisis, cuando los problemas se acumulan y ya no saben cómo resolverlos. Sin embargo, no basta con “asistir” a una sesión para que las cosas mejoren. La clave está en que los dos miembros de la relación decidan, de manera libre y voluntaria, participar en el proceso. Cuando uno de los dos llega por obligación, por presión o simplemente para “complacer al otro”, es muy probable que se sienta a la defensiva, que no se abra con sinceridad y que no se logren avances reales. En cambio, cuando ambos llegan porque desean intentarlo, la terapia se convierte en un espacio de confianza donde pueden hablar, escucharse y empezar a construir soluciones juntos (Anker et al., 2010).
Ir a terapia de pareja por voluntad propia no significa que la relación esté perfecta o que los dos tengan todas las respuestas claras. Significa algo más simple, pero poderoso: estar dispuestos a participar activamente, respetar las reglas del buen trato en la sesión y fuera de ella, y probar nuevas formas de relacionarse, aunque al principio resulten incómodas. Ese pequeño paso de decidir “quiero intentarlo” hace una gran diferencia, porque abre la puerta a un cambio real y duradero (Owen et al., 2012).
La investigación científica ha demostrado que cuando los dos se involucran, los resultados son más positivos. Por ejemplo, se ha visto que la calidad de la relación con el terapeuta, llamada “alianza terapéutica”, es uno de los factores más importantes para que la pareja mejore. Y esa alianza no se construye solo con uno, sino con los dos. También sabemos que cuando ambos llegan con motivación, es menos probable que abandonen el proceso a mitad de camino. Incluso algo tan básico como tener un objetivo compartido —por ejemplo, mejorar la comunicación o recuperar la confianza— aumenta mucho las probabilidades de éxito (Fang et al., 2023; Tambling & Johnson, 2008).
¿Qué pasa cuando uno de los dos no quiere ir? En la práctica, esto genera varios riesgos. Uno de los más frecuentes es el abandono temprano: la pareja empieza la terapia, pero en pocas semanas la persona menos motivada se retira. Otro riesgo es que las sesiones se vuelvan poco productivas, porque en lugar de avanzar en la solución de los conflictos, se convierten en una serie de reproches o en silencios incómodos. Ante este escenario, una alternativa es que el miembro más motivado empiece con sesiones individuales de preparación, que sirven para explorar temores, expectativas y motivos personales. Otra opción es lo que se conoce como discernment counseling, un tipo de acompañamiento breve diseñado para parejas en las que uno quiere continuar y el otro está dudando. No se trata de forzar nada, sino de ayudarles a decidir con claridad si quieren apostar por la relación o dar un paso hacia la separación con respeto (Doherty et al., 2016).
Para entenderlo mejor, pensemos en algunos ejemplos. José aceptó ir a terapia porque su esposa se lo pidió, pero al inicio apenas hablaba. Sentía que si “cedía” en algo iba a perder autoridad en la relación. Tras algunas sesiones individuales, comprendió que podía participar sin perder su lugar y eso le permitió involucrarse. Marta y Luis, en cambio, acudieron porque querían decidir si continuar juntos. En su caso, la terapia no comenzó directamente con técnicas de comunicación, sino con un proceso breve para ayudarlos a definir si estaban dispuestos a intentar salvar la relación. Al final, decidieron darse una oportunidad y trabajar con más compromiso. También están las parejas que llegan cansadas, con heridas acumuladas, pero que aún desean seguir juntas. Cuando escriben sus metas de manera compartida desde la primera sesión y revisan sus avances semana a semana, suelen recuperar esperanza y disminuir los pensamientos de ruptura (Owen et al., 2012).
En resumen, la terapia de pareja funciona mejor cuando los dos deciden asistir porque quieren hacerlo, no porque se ven obligados. Puede que uno llegue con más entusiasmo que el otro, y eso es normal. Lo importante es que exista la mínima disposición de ambos para probar. Si solo una persona se compromete, el avance suele ser limitado. Y si tu pareja dice que no, lo recomendable no es presionar, sino invitar de manera honesta: explicar por qué para ti es importante y proponer algunas sesiones de prueba. Al final, el éxito de la terapia no depende de las técnicas, sino de la voluntad compartida de trabajar por el bienestar de la relación (Shadish & Baldwin, 2005; Willis et al., 2021).